Una herramienta a tu alcance: escribir

No existen más que dos reglas para escribir:

tener algo que decir y decirlo.
Oscar Wilde

Cuando estamos en un mal momento, o perdidos, a menudo tenemos la sensación que conseguir sentirnos mejor, ni q

ue sea un poco, va a ser muy difícil y complicado. Quizás por eso tendemos a buscar algo que sea rápido o fácil. Que nos quite la complicac

ión. Pero ocurre que en esa búsqueda rápida de algo casi mágico que lo solucione todo mágicamente, tendemos a no tener en cuenta pequeñas cosas mucho más sencillas que si podemos hacer.

Hoy hablo de una de ellas, la escritura, para animarte a practicarla como un ejercicio que te servirá para cuidarte. Si bien requiere un poco de paciencia si se es novato, tiene 2 ventajas: una, que siempre ayuda; dos, que es una herramienta que te puede ayudar a solventar problemas más sencillos y a sobrellevar situaciones más complicadas.

Escribir te puede venir bien:

Cuando tiendes a darle muchas vueltas a una idea fija, para al final darte cuenta que no le encuentras solución y te frustras.

Cuando tenemos reacciones emocionales muy intensas y que no entendemos “por qué reacciono así cuando sé que no debería” (puede ser ira, miedo, frustración, celos, vergüenza…)

Cuando existe una situación de pérdida de un trabajo, o de una pareja, o de un momento vergonzoso de la vida, que nos interfiere a menudo en los pensamientos del día a día.

O cuando no se sabe muy bien qué ocurre, pero solo se sabe que no se está bien.

Como bien decía Oscar Wilde en la cita inicial, ya ves que para escribir es necesario bien poco. Peeero como casi todo en esta vida, con la práctica mejora y se aprovecha más. Para practicar una escritura terapéutica que funcione hay una serie de normas muy muy básicas que te detallaré en breve. Pero antes, vamos a quitarle un poco de “mística” al asunto de escribir.

¿Cómo que escribir? Una novela, o algo así?

Habitualmente sólo conocemos el uso “literario” de la escritura, donde tenemos autoras y autores que escriben buscando ser leídos y unos lectores que, valga la perogrullada, leen. En la mayoría de ocasiones, el lector nunca se convierte en escritor.

Pero resulta que la misma gente que se dedica profesionalmente a ello destaca en muchas ocasiones la utilidad emocional que tiene escribir. Aunque la historia no tenga nada que ver con su propia historia personal, casi siempre se admite el impulso a “contar la historia que me permitiera hablar de cómo me sentía”, “la historia que quiero contar en ese momento”, “transmitir lo que siento respecto al tema X”.

Entonces, La escritura es en sí una actividad que puede ser terapéutica, nos dediquemos o no profesionalmente a escribir. La única diferencia es la finalidad: En el caso de la personal, la que trato aquí, se trata de sacar y poner delante de tus ojos el dialogo interior que va discurriendo en tu mente y arrojar una nueva luz, pensando diferente. Puede quedarse en tu libreta y el soporte que utilices y no salir jamás de ahí. Y esa es la que generalmente recomiendo en consulta y en este texto. Ahora te cuento cómo.

¿Pero, escribir sobre qué?

Pues sobre aquello que te preocupa, sobre cosas que debes decidir, exponiendo toooodo lo que te venga en mente sobre qué te gusta y qué no de la situación y las diferentes opciones. Recomiendo especialmente escribir sobre alegrías y cosas buenas cuando ocurren, si también se hace sobre los problemas. O es que lo bueno no merece que le prestes atención?

Si te decides a probar, aquí van algunas guías:

1.- Norma a seguir a rajatabla: Escribir a mano. Ordenador, tablets y otros soportes digitales no van tan bien para la escritura terapéutica, tienen notificaciones y nos distraen, permiten borrar y añadir texto, nos quita la espontaneidad y ponemos un intermediario entre la mente y la mano que escribe. Venga, conectemos cuerpo y mente ;).

Escribir a mano obliga a pensar a un ritmo más lento, porque es imposible escribir tan rápido como se piensa. Con esto, se presta más atención a los detalles, ayuda a conectar informaciones nuevas, incluso da tiempo a escucharse y sentir más que cuando estamos en el torbellino de ideas.

2.- No hay “un tema” sobre el que puedas escribir o debas escribir y otros no. Se trata que escribas lo que te salga: cómo te sientes en ese momento, si ha habido alguna conversación que te ha afectado ese día y porqué.

3.- Escríbete a ti, explica qué te ocurre y que te preocupa. Te ayudará describir los detalles de lo que ocurre, como nos sentimos, surgen cosas que antes no teníamos en cuenta. Lo mejor es que escribas “tal cual pienses” o “tal cual sientes”, sin hablar en tercera persona ni otras formas más literarias. Sin filtro.

4.- Puedes convertir el momento de escribir en tu momento del día. Dedícale su tiempo propio (un momento en la rutina diaria y que mientras escribas no hagas otras cosas) y resérvale un espacio exclusivo: una libreta o bloc sólo para este uso.

Darle un espacio exclusivo también en un momento del día también te ayudará. Educas a la mente a que ese es el momento para “pensar y soltar”. Si lo que ocurre es un problema o un sentimiento que se van repitiendo, procura que la escritura sea el momento para pensarlo. Poco a poco, irá dejando de interferir con el resto de horas del día.

Escógelo a tu conveniencia, puede ser a última hora del día, antes de ir a dormir, por ejemplo. Si lo haces así, uno de los beneficios es que dormirás mejor, escribir le echa una mano a la fase REM del sueño.

5.- El formato lo escoges tú, puesto que eres tú quien lo escribes. Habla de ti en primera o en tercera persona. No hay límites con la longitud. Sí recomiendo un mínimo de 5 a 8 líneas, un espacio mínimo para expresar una idea completa. Se trata de explicarte, no de autocensurarse.

6.- Lo mismo del punto 5 en cuanto al contenido. Te hablas tú a ti. Déjate llevar y escribe lo que te salga, no te cortes. Se trata de irte dando permiso para expresarte y pensar como no te conviene o no puedes en otras situaciones. Dan igual los borrones, las palabrotas, dan igual las correcciones. Da igual la ortografía.

7.- Un último punto importante es la privacidad: no es algo a hacer para enseñarlo, no es para publicarlo en las redes sociales. No es para ningún tipo de público. Es solo para ti. Si lo escribes para enseñarlo, no te sentirás libre.

¿Y, en qué me va a ayudar?

Los beneficios son varios:

Uno, El que ya he comentado: ayuda a dormir mejor, ya que le hemos dado una ayuda extra a la mente a reorganizar el galimatías de información que le hacemos engullir durante el día.

El segundo: Ayuda a priorizar mejor y distinguir entre lo importante, lo menos importante y lo innecesario. La mente no distingue por sí misma, para ella todo son datos. Una reflexión escrita ayuda a centrarnos y conectarnos emocionalmente con lo que ocurre, y tomar decisiones.

Tercero: Te permite expresarte sin juicios ni censuras. Y si se trata de desahogarte, es bastante más r

ecomendable tu libreta que facebook o twitter, la verdad.

En cuarto lugar, mejora la toma de decisiones. Permíteme una metáfora: El pensamiento, cuando lo dejamos «desatado», se puede llegar a comportar como un hámster dentro de la rueda: Corre y la rueda da vueltas, pero como la rueda está ahí clavada, da igual cuanto corra: no se va a mover del lugar. Escribir, para que nos entendamos, saca al pensamiento de dentro de la rueda.

Estas son algunas ideas básicas. Si te animas, recuerda siempre que es una herramienta que como todas, con la práctica, mejora. 

Y si tienes dudas, puedes contactarme. Hasta pronto!

 

Fotos: hitesh choudhary i Skitterphoto (pexels.com) 
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