Quieres pasión, ¿seguro?

“Pasión” es una de las palabras que más quebraderos de cabeza nos traen, ¿no crees? Cuantas veces resumimos con esa palabra:

  • Que nos hemos metido de lleno una relación o en un deseo por esa persona que racionalmente sabemos que NO nos conviene pero que, al parecer, todas las células de nuestro cuerpo nos la piden a gritos.
  • Eso que se supone que debes sentir por ese trabajo o ese proyecto para lanzarte a él y hacer las mil y unas inversiones y sacrificios. «Todo sea por conseguir tu pasión».  Mal si no sientes pasión, será que realmente no deseas con todas tus fuerzas lo que estás haciendo y te rendirás, por miedo. Porque no te lo crees. 

Paremos máquinas un momento: ¿Sabes qué significa “pasión”? Según la RAE:

  1. f. Acción de padecer.
  2. f. por antonom. pasión de Jesucristo.
  3. f. Lo contrario a la acción.
  4. f. Estado pasivo en el sujeto.
  5. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo.
  6. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona.
  7. f. Apetito de algo o afición vehemente a ello.

(…)

Hasta la 6º definición no tenemos un significado mínimamente positivo.

Es decir, que sentir pasión es algo 1) que te va a hacer sufrir, si o si (religiones a parte). 2) Es algo pasivo, no depende de ti. Es algo que pasa, te arrastra, y tú aparentemente sólo puedes sufrirla y dejarte llevar por ella. En la acepción 7ª, si tienes en cuenta que “vehemente” se refiere a que es un apetito impulsivo, ya ves que no hay mucha referencia a que sea algo consciente y beneficioso para quien la siente y vive.

De hecho Pas-ión y Pas-ivo vienen de la misma raíz latina. No es casualidad.

Es decir, que si lo que quieres es una excusa para justificarte, lo tienes perfecto: “Perdón, es que estaba apasionado/a”.

Pero si lo que quieres es realmente tener un papel activo en tu vida y tus decisiones (¡aunque te equivoques!) ésta es una palabra que yo animo a ir desterrando del vocabulario personal

Seamos realistas: no es posible que todas las decisiones y actos que llevemos a cabo sean conscientes. Tenemos entre otras, una carga instintiva y biológica que nos lo impide. Comerás porque tienes hambre, dormirás porque tienes sueño, puedes sentir celos si te sientes amenazado/a y tienes miedo de que te abandonen. Lo que cambia es la actitud y el propósito que tomes.

En ese sentido, creo que es mucho más saludable un enfoque activo, con la mirada en el presente y hacia el futuro. Con afecto hacia uno/a mismo/a, por la propia vida y hacia los demás.

Que sea el amor del bueno el que te ayude a tomar las decisiones: ese amor que construye, que respeta, que pasa por responsabilizarse de lo bueno y lo malo que hacemos. La responsabilidad también es amor .propio. Permite dar gracias a lo bueno e ir soltando y rechazando aquello que nos hace mal o no nos permite seguir. Nos hace actores de nuestra vida, no quedarnos como víctimas o afectados/as de los vaivenes de los demás.

Ese amor coge fuerzas de la gente que nos quiere y a quienes queremos. También de la voluntad de seguir con nuestra vida para conseguir vivirla con sentido.

Quizá la pasión nos dé subidas y bajadas intensísimas, pero cuando las cosas se hacen por/con amor del bueno, la recompensa por bienestar y serenidad gana por goleada.

Para una última pista, os dejo qué sale si buscáis “Voluntad” en la RAE:

  1. f. Facultad de decidir y ordenar la propia conducta.
  2. f. Acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola.
  3. f. Libre albedrío o libre determinación.
  4. f. Elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue.
  5. f. Intención, ánimo o resolución de hacer algo.
  6. f. Amor, cariño, afición, benevolencia o afecto. 

 

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